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El 24 de abril de 1925 se inició en
Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos,
Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffel recorrieron los
21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y
conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al alcanzar 5900 m. s. n.
m. en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia). El viaje se
desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por día. Aimé Tschiffel
estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos
criollos, y quería demostrarlo. Logró ponerse en contacto con Emilio Solanet,
criador y propulsor del reconocimiento de la raza. El fue el primero que creyó
posible el proyecto de Tschiffely, para lo que le regaló dos caballos: Mancha y
Gato, tenían 15 y 16 años, respectivamente, y un carácter poco amigable. Habían
crecido en la Patagonia, junto a la tribu Liempichun, donde se habían
acostumbrado a las condiciones más hostiles. Emilio Solanet se los habia
comprado al cacique tehuelche Liempichín en el Chubut.Domarlos puso a prueba las
facultades de varios de los mejores domadores... Desde los primeros días advertí
una real diferencia entre sus personalidades. Mancha era un excelente perro
guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que
hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le
acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás
las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de
carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando
descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para
arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas
filosóficamente... Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba
represalias, relata Tschiffely. Algunas semanas fueron necesarias para que
jinete y montados se prepararan para semejante travesía, y se fijó el 23 de
abril de 1925 como fecha de partida. Por entonces no había caminos en varios
tramos del recorrido, y cuando existían, no se caracterizaban por su buen
estado. Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se
podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.Mis dos caballos me
querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza
solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nuca se alejarían más
de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente,
cuando me saludaban con un cordial relincho. Durante el viaje cruzaron
varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores
dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la
temperatura llega a 18° bajo cero. El diario La Nación, junto a otros medios,
siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas de las
líneas decían así "En Huarmey el guía no pudo más, ni sus bestias. Los dos
criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y después se volcaron al
pasto con apetitos de leones. De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales
¡52 grados a la sombra! sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se
hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente". Y en la
editorial del 23 de septiembre de 1928 quedó patentado el logro: después de más
de tres años y cinco meses, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo
que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula),
logró la hazaña: al llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los
cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a
punta, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su
pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los
colores argentinos. |
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Mancha y Gato volvieron a sus añoradas
pampas, años después de culminada la travesía y de regreso en Argentina, Aimé se
llega un día a la Estancia "El Cardal". Viene a visitar a sus amigos, a quienes
hace mucho que no ve, y con quienes compartió tantos momentos de alegría y
sinsabores. Se baja en la entrada de la estancia, lanza un silbido y al
momento se le acercan al trote Gato y Mancha. Iban al encuentro de su
preciado compañero. Aquellos heroicos caballitos criollos no lo habían
olvidado. Mancha y Gato murieron en 1947 y 1944, respectivamente. Fueron
cuidados hasta su muerte por el paisano Juan Dindart, en la Estancia El Cardal.
Hoy se encuentran embalsamados, en exposición en el Museo de Luján, Dr. Emilio
Udaondo. Aime Tschiffely, en tanto, siguió viajando, por la Patagonia, por
España y por Inglaterra, pero siempre volvió a la Argentina. Falleció en 1954,
su último viaje lo realizó 44 años más tarde, cuando sus cenizas abandonaron el
cementerio de Recoleta y fueron sepultadas en el campo que su amigo Solanet
tenía en Ayacucho. Y por ello el Honorable Senado de la Nación Argentina y la
Cámara de Diputados, designa el día 20 de septiembre de cada año como el "Día
Nacional del Caballo"
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